El rellotge de John Cleese
Avui hem descobert aquesta meravella de rellotge que ens ha deixat bocabadats:
Com a bons fans de John Cleese i els Monty Python hem investigat on poder-lo comprar i tenim 2 noticies, una de bona i una de dolenta:
La dolenta és que és un rellotge fet a mà i per tant no es pot comprar.
La bona és que la persona que l'ha fet explica com fer-ne un, i no sembla tan difícil!
Les instruccions (en anglès) per fer el vostre propi Rellotge-Cleese les podeu trobar en aquest enllaç: http://owl.li/eKTw9
Si sou manetes ja teniu feina!
Records cinèfils dels nostres lectors
Un dels nostres lectors, el Raul Sánchez, ens envia un escrit molt detallat i literari sobre alguns records cinèfils de la seva infantesa que vol compartir amb vosaltres.
Mis primeros recuerdos relacionados con el cine
se funden y entremezclan en mi marchita memoria. Me gustaría poder asegurar que la primera vez que vi una película en un cine fue en el desaparecido Fémina de
Passeig de Gràcia. Me acompañaban mi madre y mi amigo, que era también mi vecino
–vivía en mi misma escalera, en el piso de abajo, en la Calle Alcalde de
Móstoles- y mi compañero de clase. Tendríamos seis o siete años. Una amistad que
se perdió, como la mayoría de mis recuerdos de aquellos años. Se trataría entonces
de Fantasía de los estudios Disney. No fue una experiencia grata:
el largometraje me resultó, en exceso, eso: largo. Aún hoy me resulta una
película fastidiosamente interminable y mis oídos cuarentones de madera
carcomida siguen empecinados en no dejarme disfrutar de la música clásica, por
lo que sigo siendo el clásico inadaptado al género.
De aquella tarde soleada, seguramente otoñal,
queda poco más que la sonrisa malintencionada, apesadumbrada, burlona,
decepcionada y lastimera que de tanto en tanto me dedica mi madre cada vez que me
debatía yo en mi butaca, a pesar de las sombras visiblemente aburrido e incapaz
de mantenerme quieto en la misma. En uno de mis espasmos de hastío llegué a
levantarme, quizás para colocarme bien mi ropa interior debajo del pantalón
–corto por más señas- allí donde la espalda pierde su nombre, y al volver a
sentarme no me percaté de que la butaca era plegable, por lo que me senté poco
elegantemente en el suelo perdiendo no sólo la escasa dignidad que pueda tener un
niño obligado a vestir calzones y calcetines hasta la rodilla sino también mis
palomitas, que volaron, poco gráciles, hasta aterrizar casi de inmediato
posándose sin decoro sobre todo aquel que estuviera lo bastante cerca. Si La
consagración de la primavera ocultó lo aparatoso y ridículo de mi
caída, Stravinsky no resultó tan magnánimo con las sonoras risotadas de mis
acompañantes. Ni la oscuridad de la sala con la vergüenza sonrosada que afloraba
en mis mejillas.
En una galaxia lejana, muy lejana,
cohabitan El pequeño lord y Annie. Si de la de
Lucas puedo decir que conservo partes íntegras de sus diálogos, debido sin duda a que la he visto más veces que años han transcurrido desde su estreno, de las otras
no podría ni atreverme a esbozar, siquiera timidamente, su argumento. Quizás
sólo, con fingido convencimiento y quebrantable fe, acertaría a decir que tanto
Annie como el lord son huérfanos y que alguna de ellas, si no ambas, son
musicales. Tal vez fuimos al ABC, al Waldorf o al Fantasio, pero siempre,
siempre me acompañaba mi madre.
La cosa se tuerce cuando dejó de hacerlo. Las
experiencias se tornan más vívidas cuanto peor recuerdo se tiene de la
experiencia. Sin duda antes de ello hay un sinfín de películas que han caído, o
están a punto de hacerlo, en el olvido (en mi particular olvido): películas de
animación como Peter Pan o la Dama y el vagabundo,
de aventuras como En busca del arca perdida o de difícil
calificación como Quien tiene un amigo tiene un tesoro.
Pero llega un momento en la vida de todo niño en que se tiene la certeza, en mi
caso errónea, de que ha dejado atrás esa niñez que tanto – y tanto tiempo- ha de
añorar después. Tal fue mi caso. Y así llegó el día en que, dejándome arrastrar
por mis primos (cuatro y siete años mayores), me encontré, por fortuna asido
–por primera vez ante la taquilla de un cine- de la mano de mi progenitor, que
era quién nos acompañaba en esta ocasión: una salida exclusivamente para
hombres; pidiendo tan educadamente como orgulloso cuatro entradas de platea
para Poltergeist a la taquillera del Coliseum.
Aún hoy despierto a media noche viendo como un
árbol terrorífico hace añicos los cristales de esa habitación del niño que aún
soy, como sus ramas me asen de una pierna tratando de arrancarme de mis
arrugadas sábanas y como mis pavorosos gritos se ahogan formando un diminuto
reguero de saliva en mi almohada. Cuando despierto, espantado y sudoroso, aún
puedo sentir la confortable y protectora calidez de la mano de mi padre
sacándome del cine entre filas de butacas interminables mientras mis pies
apenas rozan la moqueta del pasillo. Luego un simpático mexicano vestido con
uniforme naranja, escoba en ristre, disipa todos mis miedos. ¡Bienvenidas sean
las multisalas! ¿O tal vez anduvimos la escasa distancia que nos separaba del
cercano Club Coliseum?
Las burlas y chanzas de mis primos -de camino al
parking a buscar el 131 Supermirafiori de mi padre, ellos ufanos de su valor al
sobrevivir a una casa encantada edificada sobre un viejo cementerio indio (o
algo así), yo soñando con labrarme un digno futuro como Don Napo, protagonista
de El barrendero, siempre dispuesto a ayudar a sus congéneres en
una urbe idílica (¡bendita inocencia¡) como, pongamos por caso, Ciudad de
México- mutilaron los recuerdos de mis aún recientes miedos.
Con todo, cabe decir que, después de aquel día,
mis salidas al cine se hicieron más espaciadas y mucho más selectivas: escogí
tanto a mis acompañantes como la sala, y con mucho más esmero y tacto la
película en sí y sobre todo el género.
Al Coliseum volví años más tarde. Me acompañaban
otra vez mi primo (el que en Poltergeist -y todavía ahora- me
sacaba cuatro años) y su novia de entonces (que es su mujer ahora). Acudimos a
ver Flashdance. La película me gustó casi más que a Alejandra.
Gracias a ella -a aquella chica maliciosa que se sentó entre ambos en el cine y a
la que ahora tildaría como mi particular “prima de riesgo”- mis profesores
consiguieron por fin que venciera mi animadversión a los diccionarios. Salíamos
comentando no recuerdo que escena –si lo recuerdo o no es cosa mía- cuando ella
me preguntó si durante la misma había tenido una erección. No supe que
contestarle. Ellos se rieron un buen rato sin que yo comprendiera porqué hasta que
se cansaron de mí y se entregaron a besarse apasionadamente mientras esperábamos
el autobús. Así que al llegar a casa busqué la palabreja en el diccionario.
Crecí menos de lo deseado y esperado por mis
padres pero bastante más deprisa de lo que me hubiera gustado a mí. Pasaron
muchos años, muchos más, antes de que volviera al cine a ver una película
de terror. Para entonces ya me hallaba felizmente casado, había cambiado de
ciudad, tenía mis buenos treinta años y unos sobrinos políticos que habían
quedado temporalmente a nuestro cargo. Tenían once y catorce años. Mi
mujer y yo tuvimos la ocurrencia de llevarlos una tarde al cine y, como no
podía ser de otra manera, les dejamos escoger película. Eligieron Los
otros.
Mis muchos intentos por disuadirlos fueron del
todo en vano. Para cuando salimos de casa mi mujer ya los había amenizado con todas
las anécdotas que mis miedos vergonzantes habían creado durante mi escasamente
terrorífica –al menos cinéfilamente- existencia. Nos dirigimos al cine
paseando: era una apacible tarde de verano. Compré las entradas y con la sala
aún plenamente iluminada buscamos nuestras butacas. Durante la larga y tensa
espera (siempre he pecado de un exasperante exceso-por defecto, en el sentido
estricto- de puntualidad) traté de serenar mi creciente nerviosismo tarareando
algo que bien podría ser La primavera de Vivaldi y parecerse en mis
labios a la estridente La consagración de la primavera de
Stravinsky. En cualquier caso yo me encontraba alienado en una fantasía
fantasmagórica y aterradora que no hacía sino acrecentar mi desazón. Para cuando
se apagaron las luces y empezaron los trailers ya no pude contener las ganas de
dirigirme al lavabo.
Cuando me levanté no me pasó por alto la burlona
mueca que me dedicó mi mujer. Me disculpé para con mis vecinos mientras trataba
de no pisarlos de espaldas a la gran pantalla. Al empezar a desandar el
empinado pasillo de la platea hacia la salida me pareció que alguno de mis
sobrinos socarronamente soltó un “ese ya no vuelve”. Torcí a la derecha por el
amplio hall donde la mezcla del dulce y el salado de las diferentes palomitas
acabaron de revolverme el estómago. Subí unas escaleras y volví a torcer a la
derecha para, al fin, encontrarme en los excusados. Abrí un par de puertas
antes de encontrar una taza que se ajustara a mi concepto de salubridad. Tuve que
bajarme los pantalones y sentarme antes de poder cerrar la puerta, cosa que hice
con extrema brusquedad y sintiendo ya una gota de frío sudor que me descendía por
la espalda hasta la rabadilla y se colaba lentamente entre mis nalgas. Me
alivié tan repentinamente y con tanto estruendo como cerré la puerta. Sólo
entonces vi que el pomo de la misma yacía en el suelo en un leve balanceo apenas
perceptible. Se detuvo. Y quedó inmóvil. Y quedé inmóvil, con los pantalones
por los tobillos contemplando absurdamente aquella pieza redondeada y cobriza.
Me giré bruscamente sabedor de que no encontraría el necesario y deseado papel.
Me equivoqué. Sólo a medias: efectivamente, me hallaba encerrado en aquel
hediondo y diminuto retrete.
Transcurrió algo más de una hora antes de que el
acomodador entrara en el lavabo y oyera por fin mis gritos de auxilio. Aún
pasaron unos cuantos minutos más antes de que, ayudado por otros empleados de la
sala, consiguieran abrir la puerta y sacarme de allí. Acepté sus disculpas pero
no consentí en que me abonaran el precio de la entrada. Cuando conseguí por fin
librarme de todo el personal que se interesaba por mí y me presentaba sus
disculpas me encontré a media escalera enfrentado a las miradas jocosas y
recriminatorias a partes iguales de mi mujer y de sus sobrinos.
Aún hoy no he conseguido convencerlos, ni a
ellos ni a nadie que conozca mi aversión al cine de terror, de que la rotura del
pomo no fue un acto intencionado.
Tampoco he
visto aún Los otros.
Raul Sánchez
The Office (2001-2003) - Ricky Gervais, Stephen Merchant)
The Office és una de les sèries més divertides que hem vist mai, està en el Top 5 de les millors comèdies de tota la història de la televisió, sense cap mena de dubte.El primer capítol confon i desconcerta una mica pel personatge que interpreta Ricky Gervais, però un cop superada la primera impressió (que no sol ser gens bona), el personatge acaba triomfant per sobre dels prejudicis propis.
Tots odiem en David Brent, una mena de Cap Regional que integra el pitjor de tots els caps que tots hem tingut. El personatge és incapaç de caure bé (a diferència del Michael Scott de la versió americana). David Brent és odiós, impertinent, mediocre, grotesc, racista, masclista... del pitjor de l’espècie. No és pitjor que un assassí en sèrie i tot i així tenim més empatia amb en Dexter que amb el Ricky Gervais fent de Brent. Amb tot els seus defectes el David ens fa riure moltíssim.
Però tant David Brent com la resta de treballadors de The Office són brillants. The Office compta amb personatges hilarants com en Gareth i absolutament increïbles com en Tim (un dels primers papers de Martin Freeman, el Hobbit) al servei d’un guió mestre que té tants moments brillants que n’és molt dificil triar-ne un.
Jo em quedo amb una xerrada motivacional que dóna David Brent mentre sona de fons el “You’re simply the best” de la Tina Turner... impagable!
El cas és que The Office té moltes versions, la més coneguda (potser més i tot que la original) és la nord-americana, interpretada per Steve Carell fent de Michael Scott i un impressionant Rainn Wilson en el paper de Dwight Schrute. És una versió diferent, adaptada al públic del país i per tant les diferències són comprensibles, tot i que confesso que el primer episodi, després d’haver vist l’anglesa va ser decebedor, The Office (US) té 9 temporades d’entre 17 i 25 capítols cadascuna i cal dir que és una versió menys visceral i segurament més hilarant en alguns moments, sobre tot degut a les interpretacions dels dos actors principals.
The Office ha tingut tant d’èxit que se’n han fet versions a França (Le Bureau), a Alemanya (Stromberg), al Canadà Francès (La Job), a Xile (La Ofis), a Israel (HaMisrad) i a Suècia (Kontoret).
L’estructura i els personatges són els mateixos. Varia el nom, el caràcter i la raresa, però segueixen tots els estereotips generals creats per Ricky Gervais. A més, el primer episodi és gairebé igual a totes les versions, això si, adaptat al humor i els gustos de cada país. Hem trobat especialment curiosa la versió que han fet a Xile amb el títol de “La Ofis” i que us posem un trosset perquè trobeu les 7 diferències:
Vosaltres amb quina us quedeu?
L'origen de Frankenweenie
S'ha estrenat ja en els cinemes la darrera pel·lícula del Tim Burton, Frankenweenie, que explica la història d'en Victor, que perd al seu estimat gosset en un accident i llavors intenta ressuscitar-lo per tots els mitjans possibles.Però aquest llargmetratge del Burton està basat, en realitat, en un migmetratge que ell mateix va rodar en la seva joventut, l'any 1984, quan despuntava com un dels creadors novells més interessants de la factoria Disney, on treballava. El resultat va ser una faula gòtica força pessimista, trista i lúgubre per la qual va ser despatxat per la companya, acusat de malbaratar molts recursos en un treball poc adequat per als infants, únic target de la Disney en aquella època.
Com per rescabalar el mal fet anteriorment, ara la Disney l'ha tornat a contractar per tornar-la a rodar, ara amb més mitjans, ampliada, animada i en 3D.
No sabem si superarà l'original, però el primer cop que la vam poder veure al cinema, just abans del passi de A nightmare before Christmas, ens va deixar embadalits. Aquí us l'acostem per que la gaudiu íntegrament, en versió original i subtítols en castellà, doncs sabem que sou molts els fans de Burton i del seu univers gòtic.
Cosmopolis (2012) - David Cronenberg
Vagi per endavant que som uns grans admiradors del Cronenberg. L'hem seguit des dels seus inicis (veieu la nostra filmografia comentada) i som tan fans de les seves pelis més relacionades amb la carn i les mutacions a l'estil de Videodrome, Existenz, Rabid, They came from within o The brood, com de les més recents i "polides" obres mestres com A history of violence o Eastern promises.Però és que aquesta Cosmopolis és absolutament insuportable.
Anem a pams i posem les cartes al damunt de la taula. Cap peli, insisteixo, cap peli del Cronenberg és una mala pel·lícula. Poden agradar-nos més unes que altres, podem trobar fins i tot insuportable Crash, però és innegable que el Cronenberg es mereix un respecte per atrevir-se a tractar temes del tot inhabituals en el cinema i sempre des d'una perspectiva totalment personal.
Aquest és exactament el cas de Cosmopolis, una faula semi-futurista (sense efectes especials de cap tipus) que és molt més interessant de comentar a posteriori que no pas de veure. Veure-la, què voleu que us digui, és una autèntica tortura. Cronenberg no encerta amb el tempo i el seu guió és tan fred i llunyà, les interpretacions dels personatges tan distants, que fa molt difícil connectar-hi.
Però mentre la veus i, sobretot, un cap s'ha acabat i la tortura ha conclòs, saps perfectament -ho saps- que hi ha alguna cosa de molt interessant al darrera. La pista ja ens la donen els títols de crèdit inicials i finals, com marcant un recorregut, una transformació evident, que és per la que passa el protagonista de la història.
Es tracta d'un jove magnat (Robert Pattinson intentant fugir de cròniques vampíriques de pa sucat amb oli) que recorre la ciutat durant tot un dia per anar a tallar-se els cabells al seu perruquer de tota la vida, sortint de la seva bombolla de finances, negocis, compravendes i demés guirigalls empresarials. Pel camí (iniciàtic) es va trobant amb diferents personatges (empleats seus, assessors, guardaespatlles, etc.) amb els que manté unes converses que hom sap deuen ser molt transcendentals però que, mira per on, no transcendeixen en el moment de sentir-les.
I aquest és, justament, el problema de Cosmopolis. No dubto de que el Cronenberg té bones intencions. No dubto de que un segon visionat de la pel·lícula revelarà moltes incògnites i li atorgarà molt de sentit a tot allò que ens hem perdut en el primer visionat. Però l'experiència de veure una pel·lícula tan absolutament distant i freda que s'acaba convertint en els 15 minuts finals en una autèntica tortura (Paul Giamatti mediant) és tan traumàtica i difícil d'empassar que dubto mai que se m'acudeixi donar-li aquesta segona oportunitat.
Les últimes hores del geni d'Orson Welles
Tal dia com avui va morir el gran Orson Welles. Però dues hores abans de morir va aparèixer al programa de televisió del Merv Griffin on va fer un repàs a la seva manera d'entendre la vida, a les seves amistats i amants, en un compendi fantàstic de la figura imperdible i irrepetible que va ser Orson Welles.
Les pitjors escenes de mort de la història del cinema II
Ja fa uns dies inauguràvem una secció que, què voleu que us digui, promet. :)Es tracta d'anar recopil·lant les escenes de mort més dolentes, vergonyants i deplorables de la història del cinema. Ja us en vam acostar una que, sincerament, creiem que costarà de superar, però avui hem recordat aquesta altra que, paraula, no val a perdre's.
Es tracta d'una escena de la pel·lícula Se ying diu sau (La serpiente a la sombra del águila, 1978) que protagonitzà un joveníssim Jackie Chan. És una mort, per dir-ho així, en dos temps. El primer és dolorós, però el segon... el segon és mortal de necessitat. Comproveu-ho vosaltres mateixos. Per cert, que a cop de veure morts inversemblants i ridícules en cinema estem començant a veure una sèrie d'estil·lemes, de punts coincidents entre totes les escenes. Es veu, per exemple, que per filmar una escena de mort ben dolenta és radicalment imprescindible cridar molt i durant molta estona, per damunt del que sembla versemblant, fent-te pesat, fins i tot, en el teu últim crit abans de dinyar-la. Ei, que cadascú es mor com vol, però mira, com que ens fa gràcia que tots ells morin cridant exageradament.
Si coneixeu altres morts impossibles, inversemblants, cutres i lamentables, no dubteu a fer-nos-les arribar, ja sigui pels comentaris als posts, per Twitter o per Facebook.
The Killing (2011)
L’altre dia vem acabar de veure la sèrie The Killing, un remake americà d’una sèrie danesa rodada al 2007.The Killing té un principi sorprenent, amb uns episodis que et deixen una sensació freda i angoixant, fins i tot desagradable. Els personatges són poc donats a la conversa, no hi ha comentaris enginyosos ni policies llestos i guapos amb somriures brillants, no és aquest tipus de sèrie.
The Killing no és la típica sèrie nord-americana de policies amb els clixés que estem acostumats i aquest és un dels principals motius per recomanar-la.
Es nota molt l’origen escandinau de la sèrie, hereva dels “Krimis” en els que detectius investiguen un cas obsessiu, sovint fosc i ple d’incògnites que mantenen l’espectador (o el lector, en la seva vessant literària) enganxat a la cadira, totalment atrapat en l’argument. The Killing és exactament això.
En els seus millors moments recorda Twin Peaks per les localitzacions, la música i alguns detalls que semblen homenatjar la sèrie de Lynch. En els seus moments més fluixos, és una bona sèrie d’intriga criminal; així que és una aposta bastant segura per aquells que busquen alguna cosa diferent a CSI, Mentes criminales, Bones i el mainstream habitual.
Una de les coses que més sorprèn és la fotografia, el ritme de la narració i els personatges, sobretot al principi de la sèrie.
The Killing té només (de moment) dues temporades, la primera molt millor que la segona que acaba de manera sorprenent però molt aconseguida. Els personatges són interessants i no massa estereotipats, cosa que s’agraeix ja que en el fons estem parlant d’una sèrie de policies que resolen un cas enmig d’una campanya política, és a dir un cúmul incessant de tòpics argumentals que es resolen d’una manera molt poc convencional i interessant.
El millor: la complexitat dels personatges, especialment el de la detectiu principal.
El pitjor: una trama que de vegades es complica gratuïtament i on es deixen temes sense tancar.
Caldrà veure la sèrie original per comprobar les diferències que segur que n'hi han d'haver moltes i les semblances.
Trivial: "The End" famosos #3
De vegades, un cartell de "The End" suposa, en realitat, el començament d'un record inesborrable. És el precís moment en el que el nostre cervell, després de dues hores de cinema, decideix si guarda aquella sensació per a tota la vida o la oblida irremissiblement. Per dir-ho així, el mite d'una gran pel·lícula comença a forjar-se, en realitat, quan s'acaba la pel·lícula, quan el "The End" llueix en la pantalla i l'espectador comença a recapitol·lar. Us assegurem que totes aquests "The End" que segueixen (com els del 1er i 2on trivial de The Ends) posen colofó a pel·lícules absolutament mítiques. Sabríeu reconèixer-les?Teniu tot el dia d'avui per descobrir-les. Durant el dia anirem posant pistes al nostre Facebook.
1. _____________________________________________________________________________
2. _____________________________________________________________________________
3. _____________________________________________________________________________
4. _____________________________________________________________________________
5. _____________________________________________________________________________
Subscriure's a:
Missatges
(
Atom
)
Cap comentari :
Publica un comentari a l'entrada